En los 80 había montones de películas españolas para ver los fines de semana: Parchís y la guerra de los niños, Parchís entra en acción, Rocky Carambola, Chispita y sus gorilas, Las aventuras de Enrique y Ana, El Pico...
Ahora los niños sólo tienen 4 pelis al año: La de Harry Potter (que supongo que al paso que vamos harán la número 16: Harry Potter y la cola del Inem), una de Pixar, una de Dreamworks, y una española de animación sobre un tema que no le interesa a nadie en el planeta tierra más que al que la hizo (como la mayoría de las del cine español), algo tipo Las travesuras del joven Benito Pérez Galdós, o La gran aventura de la Guerra Civil, ¡Bieeeen! ¡Diviértete con Fusilito y sus amigos! ¡Y doblada por María José Cantudo! Venga niños, venid a ver el cine digital español ¿Niños? Niños, ¿por qué huís?
Los norteamericanos sí que hacían buenas pelis infantiles entonces. Yo las veía todas. Bueno, menos una que se llamaba Los Bicivoladores, porque después de ver a los amigos de Elliot en la escena final de E.T. el listón había quedado muy alto (nunca mejor dicho). Ahora en cambio tenemos las bicis voladoras: La dejas un momento contra una pared para ir a comprar el pan y cuando vuelves te la han robado. ¡Pero si estaba encadenada a una farola! Sí, y la farola también se la han llevado.
Hablando de esto, acaban de inventarse los bicibolsos. Son un diseño de Po Campo, que sirven como bolsos y también como cesta para la bici. Puedes meter la barra de pan, partida en dos, claro, o las palomitas y la Coca-Cola cuando vayas al cine, así te ahorras los 8 euros que te clavan, y te abstraes recordando aquellas gloriosas tardes de película tolerada con l@s amig@s, en que no había Dolby Surround, ni calidad digital ni efectos especiales por ordenador, pero las emociones, las películas, y los recuerdos, sabían realmente deliciosos.